Proyecto de Formación Sindical
Género y Sindicalismo
Módulo 1
Conceptos básicos sobre género y equidad
Definición de género y su diferencia con sexo
El género es una construcción social y cultural que se refiere a los roles, características, comportamientos y expectativas que se asignan a las personas en función de su sexo biológico. A diferencia del sexo, que se refiere a las diferencias biológicas y anatómicas entre hombres y mujeres, el género es una categoría aprendida y variable, que cambia según el contexto histórico, social y cultural.
Es importante comprender que el género no es algo natural o inmutable, sino que se construye a través de procesos de socialización y aprendizaje, que comienzan desde el nacimiento y se refuerzan a lo largo de la vida. Estos procesos están influenciados por diversas instituciones y agentes sociales, como la familia, la escuela, los medios de comunicación, la religión, entre otros.
La distinción entre sexo y género es fundamental para comprender las desigualdades y discriminaciones que enfrentan las mujeres en diferentes ámbitos de la vida, incluyendo el laboral y sindical. Mientras que las diferencias sexuales no deberían implicar ninguna valoración o jerarquía entre hombres y mujeres, las construcciones de género han justificado históricamente la subordinación y exclusión de las mujeres, así como la asignación de roles y espacios diferenciados y desiguales.
El sistema sexo-género y los estereotipos de género
El sistema sexo-género es un concepto acuñado por la antropóloga Gayle Rubin, que se refiere al conjunto de arreglos y mecanismos sociales, económicos, políticos y culturales que transforman las diferencias sexuales en desigualdades y jerarquías entre hombres y mujeres. Este sistema se basa en una división sexual del trabajo, que asigna a las mujeres las tareas de reproducción y cuidado en el ámbito doméstico, mientras que a los hombres se les asigna el trabajo productivo y remunerado en el ámbito público.
El sistema sexo-género también se sustenta en un conjunto de estereotipos y roles de género, que son ideas preconcebidas y simplificadas sobre las características, capacidades y comportamientos que se esperan de hombres y mujeres. Algunos ejemplos de estereotipos de género son:
Las mujeres son emocionales, débiles y sumisas, mientras que los hombres son racionales, fuertes y dominantes.
Las mujeres son mejores para las tareas domésticas y de cuidado, mientras que los hombres son mejores para las tareas técnicas y de liderazgo.
Las mujeres son menos capaces para las matemáticas y las ciencias, mientras que los hombres son menos capaces para las artes y las humanidades.
Estos estereotipos de género limitan las opciones y oportunidades de desarrollo de las personas, y justifican la discriminación y violencia hacia aquellas que no se ajustan a los mandatos sociales. En el mundo laboral, los estereotipos de género contribuyen a la segregación ocupacional, la brecha salarial, el acoso sexual y otras formas de desigualdad que afectan mayoritariamente a las mujeres.
El concepto de equidad de género y su importancia
La equidad de género se refiere a la igualdad de derechos, oportunidades y trato entre hombres y mujeres, reconociendo sus diferencias y diversidades. A diferencia de la igualdad formal o legal, que se refiere a la igualdad ante la ley, la equidad de género busca lograr una igualdad real o sustantiva, que permita a todas las personas desarrollar plenamente sus capacidades y potencialidades, sin discriminaciones o barreras basadas en el género.
La equidad de género implica valorar y reconocer por igual los aportes, necesidades y aspiraciones de hombres y mujeres, así como redistribuir el poder, los recursos y las responsabilidades de manera justa y equitativa. También implica cuestionar y transformar las estructuras y patrones socioculturales que generan y reproducen las desigualdades de género, como el machismo, el patriarcado y la heteronormatividad.
La importancia de la equidad de género radica en que es un derecho humano fundamental, reconocido en diversos instrumentos internacionales, como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y la Plataforma de Acción de Beijing. Además, la equidad de género es una condición necesaria para el desarrollo sostenible, la justicia social y la democracia, ya que permite aprovechar todo el potencial humano y creativo de la sociedad.
En el mundo laboral y sindical, la equidad de género es fundamental para garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso al empleo, la formación, la promoción y la representación, así como para eliminar las brechas salariales, la discriminación por razones de género y la violencia laboral. También es clave para promover la corresponsabilidad entre hombres y mujeres en las tareas de cuidado y reproducción social, y para lograr una mayor participación y liderazgo de las mujeres en las organizaciones sindicales.
La interseccionalidad y la diversidad dentro del género
La interseccionalidad es un concepto que se refiere a la interacción y entrecruzamiento de diferentes formas de discriminación y opresión, como el género, la raza, la clase social, la orientación sexual, la discapacidad, entre otras. Este concepto, acuñado por la abogada y activista Kimberlé Crenshaw, plantea que las personas pueden experimentar múltiples y simultáneas formas de exclusión y privilegio, que se potencian y refuerzan mutuamente.
Desde una perspectiva interseccional, no se puede analizar la desigualdad de género de manera aislada o homogénea, sino que es necesario reconocer la diversidad y las diferencias dentro de la categoría de género. Por ejemplo, las experiencias y necesidades de las mujeres indígenas, afrodescendientes, migrantes, lesbianas o con discapacidad, pueden ser distintas y específicas, y requerir de abordajes y respuestas diferenciadas.
La interseccionalidad también implica reconocer que las identidades y experiencias de género no son fijas ni binarias, sino que son diversas, fluidas y cambiantes. Esto incluye reconocer y respetar las identidades y expresiones de género no normativas, como las personas trans, intersex, no binarias, entre otras, así como las orientaciones sexuales y afectivas diversas.
En el mundo laboral y sindical, la interseccionalidad y la diversidad dentro del género suponen desafíos y oportunidades para la equidad y la inclusión. Por un lado, implica visibilizar y abordar las formas específicas de discriminación y violencia que enfrentan las mujeres y personas LGBTIQ+ en el trabajo, así como sus necesidades y demandas particulares. Por otro lado, implica promover políticas y acciones afirmativas que reconozcan y valoren la diversidad, y que garanticen la participación y representación de todas las personas, sin discriminación.